7. Rito de Comunión

7- RITO DE LA COMUNIÓN

80. Ya que la celebración eucarística es un convite pascual, conviene que, según el mandato del Señor, su Cuerpo y su Sangre sean recibidos por los fieles, debidamente dispuestos, como alimento espiritual. A esto tienden la fracción y los otros ritos preparatorios, que disponen inmediatamente a los fieles a la Comunión.

Oración del Señor

81. En la oración del Padrenuestro se pide el pan cotidiano, que para los cristianos evoca principalmente el pan eucarístico, y se implora la purificación de los pecados, de modo que, verdaderamente se den a los santos las cosas santas. El sacerdote invita a orar y todos los fieles dicen, a una con el sacerdote, la oración, y sólo el sacerdote añade el embolismo, el cual el pueblo lo concluye con la doxología. El embolismo, que desarrolla la última petición de la Oración dominical, pide para toda la comunidad de los fieles la liberación del poder del mal. La invitación, la oración misma, el embolismo y la doxología con que el pueblo concluye esta parte, se cantan o se dicen en voz alta.

Rito de la paz

82. Sigue a continuación el rito de la paz, con el que la Iglesia implora la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana, y los fieles se expresan mutuamente la comunión eclesial y la caridad antes de comulgar en el Sacramento.

Por lo que toca al signo mismo de la paz, establezcan las Conferencias Episcopales el modo más conveniente, según las costumbres y el carácter de cada pueblo. Pero conviene que cada uno exprese el signo de la paz sobriamente y sólo a las personas más cercanas.

Fracción del Pan

83. El sacerdote parte el Pan eucarístico, ayudado, si es necesario, por el diácono o por un concelebrante. El gesto de la fracción del Pan, realizado por Cristo en la Última Cena, y que en los tiempos apostólicos sirvió para denominar a la íntegra acción eucarística, significa que los fieles, siendo muchos, en la Comunión de un solo Pan de vida, que es Cristo muerto y resucitado por la salvación del mundo, se hacen un solo cuerpo (1 Cor 10, 17). La fracción se inicia cuando termina el intercambio del signo de la paz, y se realiza con la debida reverencia, sin prolongarla innecesariamente y sin darle una importancia exagerada. Este rito está reservado al sacerdote y al diácono.

El sacerdote parte el Pan y deja caer una parte de la hostia en el cáliz para significar la unidad del Cuerpo y la Sangre del Señor, en la obra de la salvación, es decir, del Cuerpo de Cristo Jesús viviente y glorioso. El coro o un cantor canta la súplica Cordero de Dios, según la costumbre, con la respuesta del pueblo, o al menos se dice en voz alta. Esta invocación acompaña la fracción del Pan; por este motivo puede repetirse cuantas veces sea necesario hasta la conclusión del rito. La última vez se concluirá con las palabras: danos la paz.

Comunión

84. El sacerdote se prepara con una oración en secreto, para recibir con fruto el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Los fieles hacen lo mismo, orando en silencio.

Luego el sacerdote muestra a los fieles el Pan eucarístico sobre la patena o sobre el cáliz, y los invita al banquete de Cristo; y juntamente con los fieles, hace, usando las palabras evangélicas prescritas, un acto de humildad.

85. Es muy de desear que los fieles participen, como el mismo sacerdote está obligado a hacerlo, del Cuerpo del Señor con hostias consagradas en la misma Misa y, en los casos previstos (cfr. n. 283), participen del cáliz, de modo que aparezca mejor, por los signos, que la Comunión es una participación en el sacrificio que se está celebrando[73].

 

86. Mientras el sacerdote comulga el Sacramento, empieza el canto de Comunión, el cual, por la unión de las voces, debe expresar la unión espiritual de quienes están comulgando, demostrar la alegría del corazón y poner de relieve el carácter comunitario de la procesión de los que van a recibir la Eucaristía. El canto se prolonga mientras se distribuye el Sacramento a los fieles[74]. En el caso de que se cante un himno después de la Comunión, el canto de Comunión conclúyase a tiempo. Procúrese que también los cantores puedan comulgar fácilmente.

 

87. En las diócesis de los Estados Unidos de América hay cuatro opciones para el canto de Comunión: (1) la antífona del Misal o la antífona con su salmo del Gradual Romano según la notación musical adjunta o en otro arreglo musical; (2) la antífona y el salmo del tiempo litúrgico del Gradual Simple; (3) un canto de otra colección de salmos y antífonas aprobada por la Conferencia de Obispos o por el Obispo diocesano, incluyendo salmos musicalizados en forma responsorial o métrica; (4) otro canto litúrgico apropiado (cfr. n. 86) aprobado por la Conferencia de Obispos o por el Obispo diocesano. Lo cantan, o sólo el coro, o también el coro o un cantor, con el pueblo.

Si no hay canto, la antífona propuesta por el Misal puede ser recitada por los fieles, o por algunos de ellos, o por un lector, o, en último término, la recitará el mismo sacerdote después de haber comulgado y antes de distribuir la Comunión a los fieles.

88. Cuando se ha terminado de distribuir la Comunión, el sacerdote y los fieles, si se juzga oportuno, oran por un espacio de tiempo en silencio. Si se prefiere, toda la asamblea puede también cantar un salmo o algún otro canto de alabanza o un himno.

89. Para completar la súplica de los fieles y concluir todo el rito de la Comunión, el sacerdote pronuncia la oración después de la Comunión, en la que se ruega para que se obtengan los frutos del misterio celebrado.

En la Misa se dice sólo una oración después de la Comunión, que termina con la conclusión breve, es decir:

– si se dirige al Padre: Por Jesucristo, nuestro Señor;

– si se dirige al Padre, con la mención final del Hijo: Él, que vive y reina por los siglos de los siglos;

– si se dirige al Hijo: Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

El pueblo hace suya esta oración con la aclamación Amén.

 

D) Rito de conclusión

El rito de conclusión consta de:

a) breves avisos, si son necesarios;

b) saludo y bendición sacerdotal, que en algunos días y ocasiones se enriquece y se amplía con la oración sobre el pueblo o con otra fórmula más solemne;

c) despedida del pueblo por parte del diácono o del sacerdote, para que cada uno vuelva a su honesta actividad, alabando y bendiciendo a Dios;

d) beso del altar por parte del sacerdote y del diácono, y después una inclinación profunda hacia el altar por parte del sacerdote, del diácono y de los demás ministros.