4. Homilia, Credo, Peticiones


4.- LA HOMILÍA

65. La homilía es parte de la Liturgia, y muy recomendada[63], pues es necesaria para alimentar la vida cristiana. Conviene que sea una explicación, o de algún aspecto particular de las lecturas de la Sagrada Escritura, o de otro texto del Ordinario, o del Propio de la Misa del día, teniendo siempre presente, ya sea el misterio que se celebra, ya las particulares necesidades de los oyentes[64].

66. La homilía la pronuncia ordinariamente el sacerdote celebrante o será encomendada por él a un sacerdote concelebrante, o a veces, si es oportuno, también al diácono, pero nunca a un laico[65]. En casos particulares y por una causa justa la homilía puede ser pronunciada incluso por el Obispo o un presbítero presente en la celebración pero que no concelebra.

Los domingos y fiestas de precepto se debe tener homilía, y no se puede omitir sin causa grave, en todas las Misas que se celebran con asistencia del pueblo; los demás días se recomienda sobre todo en los días feriales de Adviento, Cuaresma y Tiempo Pascual, y también en otras fiestas y ocasiones en que suelen acudir a la iglesia numerosos fieles[66].

Después de la homilía se guardará oportunamente un breve momento de silencio.

Profesión de fe

67. El Símbolo o Profesión de fe tiende a que todo el pueblo congregado responda a la Palabra de Dios proclamada en las lecturas de la Sagrada Escritura y explicada en la homilía y, para que pronunciando la regla de la fe con una fórmula aprobada para el uso litúrgico, traiga a su memoria y confiese los grandes misterios de la fe, antes de comenzar su celebración en la Eucaristía.

68. El Símbolo debe ser cantado o recitado por el sacerdote con el pueblo en los domingos y solemnidades; se puede también decir en celebraciones de peculiar importancia y solemnidad.

Si se canta, el canto del Símbolo viene iniciado por el sacerdote o, si es oportuno, por el cantor o por el coro, y proseguido por todos juntos, o por el pueblo y el coro alternativamente.

Si no se canta, se debe recitar por todos juntos o a dos coros alternativamente.

 

Oración universal

69. En la oración universal u oración de los fieles, el pueblo responde de alguna manera a la Palabra de Dios recibida con fe y, ejerciendo su sacerdocio bautismal, ofrece a Dios sus peticiones por la salvación de todos. Conviene que esta oración se haga normalmente en las Misas a las que asiste el pueblo, de modo que se eleven súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren alguna necesidad y por todos los hombres y la salvación de todo el mundo[67].

70. El orden de estas intenciones será generalmente:

a) por las necesidades de la Iglesia,

b) por los que gobiernan las naciones y por la salvación del mundo entero,

c) por los que padecen por cualquier dificultad,

d) por la comunidad local.

Sin embargo, en alguna celebración particular, como en la Confirmación, el Matrimonio o las Exequias, el orden de las intenciones puede amoldarse mejor a la ocasión.

71. Corresponde al sacerdote celebrante dirigir esta oración desde la sede. Él mismo la introduce con una breve monición en la que invita a los fieles a orar y la concluye con una oración. Las intenciones que se proponen deben ser sobrias, redactadas con pocas palabras y con sabia libertad, y deben expresar la plegaria de la comunidad entera.

Las pronuncia un diácono o un cantor o un lector o un fiel laico desde el ambón o desde otro lugar conveniente[68].

El pueblo, estando de pie, expresa su súplica o con una invocación común, que se pronuncia después de cada intención, o bien orando en silencio.