Ritos Iniciales

ESTRUCTURA DE LA SANTA MISA

 

 

2 -  RITOS INICIALES.

46. Los ritos que preceden a la liturgia de la Palabra, es decir, el canto de entrada, el saludo, el acto penitencial, el Señor, ten piedad, el Gloria y la oración colecta, tienen el carácter de exordio, introducción y preparación.

La finalidad de estos ritos es hacer que los fieles reunidos constituyan una comunidad, y se dispongan a oír como conviene la Palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía.

En algunas celebraciones que, según la norma de los libros litúrgicos, se unen con la Misa, los ritos iniciales se omiten o se realizan de manera peculiar.

Canto de entrada

47. Reunido el pueblo, mientras entra el sacerdote con el diácono y los ministros, se da comienzo al canto de entrada. La finalidad de este canto es abrir la celebración, fomentar la unión de quienes se han reunido, introducirlos en el misterio del tiempo litúrgico o de la fiesta y acompañar la procesión del sacerdote y los ministros.

48. Se canta alternativamente por el coro y el pueblo, o de manera semejante, por el cantor y el pueblo, o todo por el pueblo, o solamente por el coro. En las diócesis de los Estados Unidos de América hay cuatro opciones para el canto de entrada: (1) la antífona del Misal o la antífona con su salmo del Gradual Romano según la notación musical adjunta o en otro arreglo musical; (2) la antífona y el salmo del tiempo litúrgico del Gradual Simple; (3) un canto de otra colección de salmos y antífonas aprobada por la Conferencia de Obispos o por el Obispo diocesano, incluso salmos musicalizados en forma responsorial o métrica; (4) otro canto litúrgico apropiado a la acción sagrada, al día, o al tiempo del año, aprobado de la misma manera por la Conferencia de Obispos o por el Obispo diocesano.[55]

Si no se canta a la entrada, la antífona propuesta en el Misal se recitará por todos los fieles o por algunos de ellos o por un lector o también por el mismo sacerdote, el cual también puede adaptarla  a manera de una monición inicial (cfr. n. 31).

Saludo al altar y al pueblo congregado

49. El sacerdote, el diácono y los ministros, cuando llegan al presbiterio, saludan al altar con una inclinación profunda.

Para manifestar la veneración, el sacerdote y el diácono besan el altar. El sacerdote, si lo cree oportuno, podrá también incensar la cruz y el altar.

50. Terminado el canto de entrada, el sacerdote, de pie junto a la sede, y toda la asamblea, hacen la señal de la cruz. A continuación el sacerdote, por medio del saludo, manifiesta a la asamblea reunida la presencia del Señor. Con este saludo y con la respuesta del pueblo queda de manifiesto el misterio de la Iglesia congregada.

Terminado el saludo, el sacerdote o el diácono o un ministro laico puede introducir a los fieles en la Misa del día con brevísimas palabras.

Acto penitencial

51. Después el sacerdote invita al acto penitencial, que, tras un breve momento de silencio, realiza toda la comunidad con la fórmula de la confesión general y se termina con la absolución del sacerdote, la cual, sin embargo, carece de la eficacia propia del sacramento de la Penitencia.

El domingo, sobre todo en el Tiempo Pascual, en lugar del acto penitencial acostumbrado, puede hacerse la bendición y la aspersión del agua en memoria del Bautismo[56].

Señor, ten piedad

52. Después del acto penitencial se dice siempre el Señor, ten piedad, a no ser que éste haya formado ya parte del mismo acto penitencial. Siendo un canto con el que los fieles aclaman al Señor y piden su misericordia, regularmente habrán de hacerlo todos, es decir, tomarán parte en él el pueblo y el coro o un cantor.

Cada una de estas aclamaciones se repite, normalmente, dos veces, pero también cabe un mayor número de veces, según el modo de ser de cada lengua o las exigencias del arte musical o de las circunstancias. Cuando se canta el Señor, ten piedad como parte del acto penitencial, a cada una de las aclamaciones se le antepone un “tropo”.

 

Gloria

53. El Gloria es un antiquísimo y venerable himno con el que la Iglesia, congregada en el Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y al Cordero y le presenta sus súplicas. El texto de este himno no puede cambiarse por otro. Es iniciado por el sacerdote o, según el caso, por un cantor o por el coro, y lo cantan o todos juntos, o el pueblo alternando con el coro o únicamente el coro. Si no se canta lo han de recitar todos, o juntos o a dos coros alternativamente.

El Gloria se canta o se recita los domingos, fuera de los tiempos de Adviento y Cuaresma, en las solemnidades y fiestas y en algunas celebraciones de particular solemnidad.

Oración colecta

54. A continuación el sacerdote invita al pueblo a orar, y todos, a una con el sacerdote, permanecen un momento en silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular interiormente sus súplicas. Entonces el sacerdote dice la oración que se suele denominar “colecta” con la que se expresa la índole de la celebració n. Según la antigua tradición de la Iglesia, la súplica se dirige regularmente a Dios Padre por Cristo en el Espíritu Santo[57] y termina con una conclusión trinitaria de la manera siguiente:

– si se dirige al Padre: Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos;

– si se dirige al Padre, pero al fin de esa oración se menciona al Hijo: Él, que vive y reina contigo  en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos;

– si se dirige al Hijo: Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos.

El pueblo, uniéndose a esta súplica, hace suya la oración pronunciando la aclamación Amén. En la Misa siempre se dice una sola oración colecta.