Introducción General

CURSO “LA SANTA MISA”

De la Institución General del Misal Romano

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1ra. CLASE: DIVERSOS ELEMENTOS DE LA MISA

Lectura de la Palabra de Dios y su explicación

29. Cuando se leen en la Iglesia las Sagradas Escrituras, Dios mismo habla a su pueblo, y Cristo, presente en su palabra, anuncia el Evangelio. Por eso las lecturas de la Palabra de Dios que proporcionan a la Liturgia un elemento de grandísima importancia, deben ser escuchadas por todos con veneración. Y aunque la palabra divina, en las lecturas de la Sagrada Escritura, va dirigida a todos los hombres de todos los tiempos y está al alcance de su entendimiento, sin embargo, su comprensión y eficacia aumenta con una explicación viva, es decir, con la homilía, que es parte de la acción litúrgica[42].

Oraciones y partes que corresponden al sacerdote

30. Entre las atribuciones del sacerdote ocupa el primer lugar la Plegaria eucarística, que es el culmen de toda la celebración. Se añaden a ésta otras oraciones, a saber, la oración colecta, la oración sobre las ofrendas y la oración después de la Comunión. Estas oraciones las dirige a Dios el sacerdote que preside la asamblea actuando en la persona de Cristo, en nombre de todo el pueblo santo y de todos los presentes[43]. Con razón, pues, se denominan “oraciones presidenciales”.

31. Igualmente corresponde al sacerdote, que ejercita el cargo de presidente de la asamblea reunida, decir algunas moniciones previstas en el rito mismo. Donde las rúbricas lo establecen, es lícito que el celebrante adapte un poco las moniciones para que respondan mejor a la comprensión de los participantes; sin embargo, el sacerdote procure siempre conservar el sentido de la monición que viene propuesto en el Misal y expresarlo con pocas palabras. Corresponde asimismo al sacerdote que preside moderar la Palabra de Dios y dar la bendición final. También le está permitido introducir a los fieles en la Misa del día con brevísimas palabras, después del saludo inicial y antes del acto penitencial; para la Liturgia de la Palabra, antes de las lecturas; en la Plegaria eucarística, antes de iniciar el Prefacio, pero nunca dentro de la misma Plegaria y, finalmente, dar por concluida la acción sagrada, antes de la fórmula de despedida.

32. La naturaleza de las intervenciones “presidenciales” exige que se pronuncien claramente y en voz alta, y que todos las escuchen atentamente[44]. Por consiguiente, mientras interviene el sacerdote, no se cante ni se rece otra cosa, y estén igualmente callados el órgano y cualquier otro instrumento musical.

33. El sacerdote pronuncia oraciones como presidente en nombre de toda la Iglesia y de la comunidad congregada, y a veces lo hace a título personal, para poder cumplir con su ministerio con mayor atención y piedad. Estas oraciones, que se proponen antes de la lectura del Evangelio, durante la preparación de los dones, como también antes y después de la Comunión del sacerdote, se dicen en secreto.

Otras fórmulas que se usan en la celebración

34. Puesto que la celebración de la Misa, por su propia naturaleza tiene carácter “comunitario”[45], merecen especial relieve los diálogos entre el celebrante y los fieles congregados, y asimismo las aclamaciones[46]. Estos elementos no son solamente señales exteriores de una celebración común, sino que fomentan y realizan la comunión entre el sacerdote y el pueblo.

35. Las aclamaciones y respuestas de los fieles a los saludos del sacerdote y a sus oraciones constituyen precisamente aquel grado de participación activa que, en cualquier forma de Misa, se exige de los fieles reunidos para que quede así expresada y fomentada la acción de toda la comunidad[47].

36. Otras partes que son muy útiles para manifestar y favorecer la activa participación de los fieles, y que se encomiendan a toda la asamblea convocada, son, sobre todo, el acto penitencial, la profesión de fe, la oración universal y la Oración dominical.

37. Finalmente, en cuanto a otras fórmulas:

a) algunas tienen por sí mismas el valor de rito o de acto; por ejemplo, el Gloria, el salmo responsorial, el Aleluya y el verso anterior al Evangelio, el Santo, la aclamación de la anámnesis y el canto después de la Comunión;

b) otras, en cambio, simplemente acompañan un rito, por ejemplo, los cantos: de entrada, del ofertorio, de la fracción (Cordero de Dios) y de la Comunión.

Modos de pronunciar los diversos textos

38. En los textos que han de pronunciar en voz alta y clara el sacerdote o el diácono o el lector o todos, la voz ha de corresponder a la índole del respectivo texto, según se trate de lectura, oración, monición, aclamación o canto; igualmente téngase en cuenta la clase de celebración y la solemnidad de la reunión litúrgica. Y, naturalmente, de la índole de las diversas lenguas y caracteres de los pueblos.

En las rúbricas y normas que siguen, los vocablos “pronunciar” o “decir” deben entenderse lo mismo del canto que de los recitados, según los principios que acaban de enunciarse.

 

Importancia del canto

39. Exhorta el Apóstol a los fieles que se reúnen esperando la venida de su Señor que canten todos juntos con salmos, himnos y cánticos espirituales (cfr. Col 3, 16). El canto es una señal del gozo del corazón (cfr. Hech 2, 46). De ahí que san Agustín diga con razón: “Cantar es propio de quien ama”[48]; y viene de tiempos muy antiguos el famoso proverbio: “Quien bien canta, ora dos veces”.

40. Téngase, por consiguiente, en gran estima el uso del canto en la celebración de la Misa, siempre teniendo en cuenta el carácter de cada pueblo y las posibilidades de cada asamblea litúrgica. Aunque no es siempre necesario usar el canto, por ejemplo en las Misas feriales, para todos los textos que de suyo se destinan a ser cantados, se debe procurar que por ningún motivo falte el canto de los ministros y del pueblo en las celebraciones que se llevan a cabo los domingos y fiestas de precepto.

Al hacer la selección de lo que de hecho se va a cantar, se dará la preferencia a las partes que tienen mayor importancia, sobre todo a aquellas que deben cantar el sacerdote o el diácono o el lector, con respuesta del pueblo, o el sacerdote y el pueblo al mismo tiempo[49].

41. El canto gregoriano, en igualdad de circunstancias, obtenga el lugar principal en cuanto propio de la Liturgia romana. Otros géneros de música sagrada, sobre todo la polifonía, de ningún modo se excluyen, con tal que respondan al espíritu de la acción litúrgica y favorezcan la participación de todos los fieles[50].

Y, ya que es cada día más frecuente el encuentro de fieles de diversas nacionalidades, conviene que esos mismos fieles sepan cantar todos a una en latín algunas de las partes del Ordinario de la Misa, sobre todo el símbolo de la fe y la Oración dominical en sus melodías más fáciles[51].

Gestos y posturas corporales

42. Los gestos y posturas corporales tanto del sacerdote, del diácono y de los ministros, como del pueblo, deben contribuir a que toda la celebración se caracterice por el decoro y la noble sencillez, se perciba el significado verdadero y pleno de sus partes y se fomente la participación de todos[52]. Para conseguirlo será necesario atenerse a las normas definidas por esta Institución general y a la praxis tradicional del Rito romano, es decir, a las normas que contribuyen al bien espiritual común del pueblo de Dios más que a los gustos personales o al arbitrio.

La postura corporal común, que han de observar todos los que toman parte en la celebración, es un signo de la unidad de los miembros de la comunidad cristiana congregada para celebrar la sagrada Liturgia, ya que expresa y fomenta al mismo tiempo la intención y los sentimientos de los participantes.

43. Los fieles estén de pie desde el principio del canto de entrada, o mientras el sacerdote se acerca al altar, hasta la conclusión de la oración colecta; al canto del Aleluya que precede al Evangelio; durante la proclamación del mismo Evangelio; durante la profesión de fe y la oración universal; y desde la invitación Oren, hermanos que precede a la oración sobre las ofrendas, hasta el fin de la Misa, excepto en los momentos que a continuación se enumeran.

En cambio, estarán sentados durante las lecturas y el salmo responsorial que preceden al Evangelio; durante la homilía, y mientras se hace la preparación de los dones en el ofertorio; también, según la oportunidad, estarán sentados o de rodillas a lo largo del sagrado silencio que se observa después de la Comunión.

En las diócesis de los Estados Unidos de América, los fieles deben permanecer de rodillas después del canto o recitación del Santo hasta después del Amén de la Plegaria eucarística, a no ser que lo impidan la enfermedad, la estrechez del lugar o el gran número de los presentes u otras causas razonables. Los que no pueden arrodillarse para la consagración deben hacer una inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración. Los fieles se arrodillan después del Cordero de Dios a no ser que el Obispo diocesano determine otra postura.[53]

Para conseguir la uniformidad en los gestos y posturas corporales dentro de una misma celebración, obedezcan los fieles a las moniciones que pronuncian el diácono o el ministro laico o el sacerdote durante la celebración, según lo establecido en el Misal.

44. Entre los gestos hay que enumerar también acciones y procesiones tales como: cuando el sacerdote con el diácono y los ministros se acercan al altar; el diácono, antes de la proclamación del Evangelio, lleva consigo al ambón el Evangeliario o Libro de los Evangelios; los fieles llevan al altar los dones, y se acercan a la Comunión. Conviene que estas acciones y procesiones se realicen en forma decorosa, mientras se cantan los textos correspondientes, según las normas establecidas en cada caso.

El silencio

45. También, como parte de la celebración, ha de guardarse, a su tiempo, el silencio sagrado[54]. La naturaleza de este silencio depende del momento en que se observa durante la Misa. Así, en el acto penitencial y después de la invitación a orar, los presentes se recogen en su interior; al terminar la lectura o la homilía, reflexionan brevemente sobre lo que han oído; después de la Comunión alaban a Dios en su corazón y oran.

Ya antes de la celebración misma, es muy laudable que se guarde silencio en la iglesia, en la sacristía, en el “secretarium” y en los lugares más cercanos, a fin de que todos puedan disponerse para celebrar devota y debidamente las acciones sagradas.