5. Liturgia Eucarística

5.- LITURGIA EUCARÍSTICA

72. En la Última Cena, Cristo instituyó el sacrificio y banquete pascual, por el que se hace continuamente presente en la Iglesia el sacrificio de la cruz, cuando el sacerdote, que representa a Cristo el Señor, lleva a cabo lo que el Señor mismo realizó y confió a sus discípulos para que lo hicieran en memoria suya[69].

Cristo tomó en sus manos el pan y el cáliz, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomen, coman, beban; esto es mi Cuerpo; éste es el cáliz de mi Sangre. Hagan esto en conmemoración mía”. De ahí que la Iglesia haya ordenado toda la celebración de la liturgia eucarística según estas mismas partes que corresponden a las palabras y acciones de Cristo. Ya que:

a) En la preparación de los dones se llevan al altar el pan y el vino con agua; es decir, los mismos elementos que Cristo tomó en sus manos.

b) En la Plegaria eucarística se dan gracias a Dios por toda la obra de la salvación, y las ofrendas se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

c) Por la fracción del pan y por la Comunión, los fieles, aun siendo muchos, reciben de un solo pan el Cuerpo y de un solo cáliz la Sangre del Señor, del mismo modo que los Apóstoles lo recibieron de manos del mismo Cristo.

Preparación de los dones

73. Al comienzo de la liturgia eucarística se llevan al altar los dones que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

En primer lugar se prepara el altar o la mesa del Señor, que es el centro de toda la liturgia eucarística, de la siguiente manera[70]: sobre él se colocan el corporal, el purificador, el misal y el cáliz, que puede también dejarse preparado en la credencia.

Se traen a continuación las ofrendas: es de alabar que el pan y el vino lo presenten los mismos fieles. El sacerdote o el diácono los recibirá en un lugar oportuno y los llevará al altar. Aunque los fieles no traigan pan y vino suyo, como se hacía antiguamente, con este destino litúrgico, el rito de presentarlos conserva igualmente su sentido y significado espiritual.

También se puede aportar dinero u ofrecer otros dones para los pobres o para la Iglesia, que los fieles mismos pueden aportar o que pueden ser recolectados en la iglesia, y que se colocarán en un lugar oportuno, fuera de la mesa eucarística.

74. Acompaña a esta procesión en que se llevan los dones el canto del ofertorio (cfr. n. 37, b), que se prolonga por lo menos hasta que los dones han sido depositados sobre el altar. Las normas sobre el modo de hacer este canto son las mismas dadas para el canto de entrada (cfr. n. 48). El canto puede siempre acompañar los ritos del ofertorio, aun cuando no haya procesión de ofrendas.

75. El sacerdote coloca el pan y el vino sobre el altar recitando las fórmulas prescritas. El sacerdote puede incensar los dones colocados sobre el altar, y después la cruz y el altar mismo, para significar que la ofrenda de la Iglesia y su oración suben ante el trono de Dios como el incienso. Después el sacerdote, en virtud del ministerio sagrado, y el pueblo, en virtud de la dignidad bautismal, pueden ser incensados por el diácono u otro ministro.

76. A continuación el sacerdote se lava las manos a un lado del altar. Con este rito se expresa el deseo de purificación interior.

Oración sobre las ofrendas

77. Terminada la colocación de las ofrendas y los ritos que la acompañan se concluye la preparación de los dones, con una invitación a orar juntamente con el sacerdote, y con la oración sobre las ofrendas, y así queda todo preparado para la Plegaria eucarística.

En la Misa se debe decir sólo una oración sobre las ofrendas, la cual se concluye con la fórmula breve, es decir: Por Jesucristo, nuestro Señor; pero si al final se menciona al Hijo, entonces se termina: Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

El pueblo, al unirse a la plegaria, hace suya la oración con la aclamación Amén.