Liturgia de la Palabra

ESTRUCTURA DE LA SANTA MISA

 

3 - LITURGIA DE LA PALABRA.

55. Las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura, con los cantos que se intercalan, constituyen la parte principal de la Liturgia de la Palabra; la homilía, la profesión de fe y la oración universal u oración de los fieles, la desarrollan y concluyen. Pues en las lecturas, que luego explica la homilía, Dios habla a su pueblo[58], le descubre el misterio de la redención y salvación, y le ofrece el alimento espiritual; y el mismo Cristo, por su palabra, se hace presente en medio de los fieles[59]. Esta Palabra divina la hace suya el pueblo con el silencio y los cantos y muestra su adhesión a ella con la profesión de fe; y una vez nutrido con ella, en la oración universal, hace súplicas por las necesidades de la Iglesia entera y por la salvación de todo el mundo.

Silencio

56. La Liturgia de la Palabra debe ser celebrada de tal manera que favorezca la meditación, por eso se debe evitar absolutamente toda forma de apresuramiento que impida el recogimiento. En ella son convenientes también unos breves momentos de silencio, acomodados a la asamblea reunida, en los cuales, con la ayuda del Espíritu Santo, se perciba con el corazón la Palabra de Dios y se prepare la respuesta por medio de la oración. Estos momentos de silencio se pueden observar oportunamente, por ejemplo, antes de que se inicie la misma Liturgia de la Palabra, después de la primera y la segunda lectura, y terminada la homilía[60].

Lecturas bíblicas

57. En las lecturas se dispone la mesa de la Palabra de Dios a los fieles y se les abren los tesoros bíblicos[61]. Se debe, por lo tanto, respetar la disposición de las lecturas bíblicas, la cual pone de relieve la unidad de ambos Testamentos y de la Historia de la Salvación. No está permitido cambiar las lecturas y el salmo responsorial, que contienen la Palabra de Dios, por otros textos no bíblicos[62].

58. En la Misa celebrada con el pueblo las lecturas se proclaman siempre desde el ambón.

59. El proclamar las lecturas, según la tradición, no es un oficio presidencial, sino ministerial. Por consiguiente, las lecturas son proclamadas por un lector; el Evangelio, en cambio, viene anunciado por el diácono, o en su ausencia, por otro sacerdote. Cuando falte el diácono u otro sacerdote, el mismo sacerdote celebrante proclamará el Evangelio; y en ausencia de lectores idóneos, el sacerdote celebrante proclamará también las demás lecturas.

Después de cada lectura, el que lee pronuncia la aclamación. Con su respuesta, el pueblo congregado rinde homenaje a la Palabra de Dios acogida con fe y gratitud.

60. La proclamación del Evangelio constituye el culmen de la Liturgia de la Palabra. Que se haya de tributar suma veneración a la lectura del Evangelio lo enseña la misma Liturgia cuando la distingue por encima de las otras lecturas con especiales muestras de honor, sea por parte del ministro encargado de anunciarlo y por la bendición y oración con que se dispone a hacerlo, sea por parte de los fieles, que con sus aclamaciones reconocen y proclaman la presencia de Cristo que les habla y escuchan la lectura puestos de pie; sea, finalmente, por las mismas muestras de veneración que se tributan al Evangeliario.

Salmo responsorial

61. Después de la primera lectura sigue el salmo responsorial, que es parte integrante de la Liturgia de la Palabra y tiene gran importancia litúrgica y pastoral, en cuanto que fomenta la meditación de la Palabra de Dios.

El salmo responsorial debe responder a cada una de las lecturas y por lo general se toma del Leccionario.

Es preferible que el salmo responsorial se cante, por lo menos en lo que se refiere a la respuesta del pueblo. Por consiguiente, el salmista o cantor del salmo, desde el ambón o desde otro sitio oportuno, proclama los versos del salmo, mientras toda la asamblea escucha sentada, o mejor, participa con su respuesta, a no ser que el salmo se pronuncie todo él seguido, es decir, sin el versículo de respuesta. Para que el pueblo pueda más fácilmente intervenir en la respuesta salmódica, han sido seleccionados algunos textos de responsorios y salmos, según los diversos tiempos del año o las diversas categorías de santos. Estos textos podrán emplearse en vez del texto correspondiente a la lectura todas las veces que el salmo se canta. Si el salmo no puede ser cantado, debe ser recitado de la manera que más favorezca la meditación de la Palabra de Dios.

En las diócesis de los Estados Unidos de América, en lugar del salmo asignado por el Leccionario, se puede cantar también o el responsorio gradual del Gradual Romano o el salmo responsorial o el aleluyático del Gradual Simple, según la descripción que se hace en estos mismos libros, o una antífona y salmo de otra colección de salmos y antífonas aprobada por la Conferencia de Obispos o por el Obispo diocesano, incluso salmos musicalizados en forma responsorial o métrica. No se pueden usar cantos o himnos en lugar del salmo responsorial.

La aclamación que precede la lectura del Evangelio

62. Después de la lectura que precede inmediatamente al Evangelio, se canta el Aleluya u otro canto establecido por las rúbricas, según las exigencias del tiempo litúrgico. Esta aclamación constituye por sí misma un rito o acto en el cual la asamblea de los fieles acoge y saluda al Señor que les va a hablar en el Evangelio, y profesa su fe con el canto. Es cantado por todos los presentes, de pie. Lo comienza el cantor o el coro y, si es el caso, se repite. En cambio el verso lo canta el coro o el cantor.

a) El Aleluya se canta en todos los tiempos fuera de la Cuaresma. Los versos se toman del Leccionario o del Gradual.

b) En el Tiempo de Cuaresma, en lugar del Aleluya, se canta el verso que aparece en el Leccionario antes del Evangelio. Se puede cantar también otro salmo o tracto, que se encuentran en el Gradual.

63. Cuando se tiene una sola lectura antes del Evangelio:

a) En el tiempo en que se dice Aleluya se puede utilizar o el salmo aleluyático o el salmo y el

Aleluya con su propio verso.

b) En el tiempo en que no se ha de decir Aleluya, se puede utilizar o el salmo y el verso que precede al Evangelio o el salmo solo.

c) El Aleluya o el verso que precede al Evangelio, si no se canta, puede omitirse.

64. La “Secuencia” que, fuera de los días de Pascua y Pentecostés, es opcional, se canta antes del Aleluya.